Contacto

Contenido

Temporada en Curso

domingo, 26 de junio de 2016

Las Gemelas


La bonita y dulce vida de los Foster parecía una historia feliz sacada de un cuento de hadas. Marlene y Stuart, eran una joven pareja de recién casados, con futuros prometedores. Los 2 primeros años en la relación transcurrieron de una forma plena y mágica, viviendo su idilio de amor. Para el otoño de ese mismo año, a los pocos meses del aniversario, una noticia inesperada los sorprendió, la bendición de la concepción tocó su puerta y por partida doble, Marlene se encontraba en estado,  a la espera de gemelas.
Los siguientes meses fueron llenos de alegría y mucha emoción en la familia, todos anhelaban con ansias la llegada de las gemelas Mariana y Scarleth. Un sábado común se convirtió en día de júbilo, Marlene rompía fuente, las niñas por fin decidían ver la luz de un mundo que las esperaba con los brazos abiertos. La belleza de sus bebes cautivaba a primera vista, a medida que los días avanzaban su encanto parecía ir en aumento al igual que la felicidad de sus orgullosos padres que recibían a 2 maravillosos regalos de Dios.
6 años pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Mariana y Scarleth se volvieron un par de niñas hermosas. El tiempo de la escuela ha llegado, las gemelas deben cruzar la avenida cada mañana para asistir al colegio, Marlene con sumo cuidado se encarga de llevar a sus hijas tomadas de la mano, es una carretera muy peligrosa, por lo que tienen prohibido cruzar solas. Sin embargo ese martes a las 7:00 am, la tragedia con sus garras inescrupulosas,  rondaba en la esquina, acechando con descaro sin que nadie lo imaginara. Su madre había logrado establecer un estatus profesional, convirtiéndose en una reconocida abogada de talla internacional, el trabajo por más que lo evitará copaba su tiempo, caminaba junto a las niñas en dirección a la escuela, pero una llamada importante la distrajo, al jefe le urgía verla de inmediato en el bufete, Marlene se entretuvo en el teléfono y por un momento se olvidó de las niñas, fue los gritos de la gente lo que llamo su atención, un espantoso accidente acababa de ocurrir, con profundo pánico se percató que sus hijas no estaban junto a ella, entonces corrió de prisa a mirar entre la curiosa multitud que se acercaban para ver lo que sucedía, el celular cayó al suelo y luego Marlene le siguió, quería morirse, si la tierra podía tragársela ojalá lo hiciera en ese instante, sus ojos ahogados en lágrimas observaron cómo Mariana y Scarleth yacían tiradas en la calle, un camión las atropelló a mitad de la avenida, las gemelas desobedecieron a su madre que por estar al teléfono no se dio cuenta cuando las niñas quisieron atravesar la carretera, fue en vano todo lo que chófer del tráiler intento para esquivar a las pequeñas, el impacto fulminante les arrebató la vida a las dos.
La amarga tragedia marco su matrimonio y a toda la familia, pero sobre todo a Marlene quien no podía superar esa irreparable pérdida, la imagen de sus hijas ensangrentadas en medio de la calle no la dejaba conciliar el sueño, el recuerdo de las gemelas estaba presente a sol y sombra, podía verlas a donde quiera iba, las le niñas gritaban, reprochando siempre que por su culpa estaban muertas, mientras una enorme cantidad de sangre comenzaba a salir de sus bocas.
Cuando Marlene se hallaba al borde de la locura y el matrimonio casi colapsaba, el tiempo fue el único consuelo para apaciguar la tristeza, 3 años después de perder a sus hijas, el destino les obsequio una razón para volver a sonreír, Marlene una vez más estaba embarazada de gemelas.
Aunque había superado las horribles visiones que la aquejaban, nunca olvidaría a sus niñas. Tras la llegada de Yuvana y Juliana las otras gemelas, la vida de Marlene podría acomodarse de nuevo, sin embargo cada día que pasaba las pequeñas tenían un parecido abrumador a sus hijas muertas, para sus padres era una tortura ver el parecido a sus hermanas, pero eso sólo les recordaba el doloroso pasado y los hacia caer en cuenta de que debían proteger a las niñas de todo mal. Cuando cumplieron 6 años Yuvana y Juliana eran una copia al carbón de Mariana y Scarleth, algo que a veces atemorizaba un tanto a su madre, porque su peor temor era no poder proteger a las gemelas.
Un sábado por la tarde, las niñas jugaban en el patio, Marlene preparaba la cena sin perderlas de vista ni un segundo, el teléfono de la sala sonó insistentemente haciendo que Marlene dejará de lado la comida para atender, al concluir la llamada, regresó de inmediato a la cocina, sus ojos lucieron desorbitados de pánico, cuando miro por la ventana que las gemelas ya no estaban, angustiada salió a la calle gritando el nombre de las niñas de forma reiterada, para su alivio se encontraban paradas a un lado de la carretera, a Marlene le fue inevitable soltar el llanto ante lo preocupada que estuvo. Abrazo a las niñas que miraban fijamente la calle, su mama inquieta les pedía que jamás salieran solas a la avenida.

     Tranquila mami, no íbamos cruzar, tan sólo queríamos saber dónde morimos.

Esa respuesta la dejó helada, los ojos de las gemelas empezaron a derramar sangre, sus pulcros vestidos se cubrieron de tierra y asfalto y las manos de Marlene fueron salpicadas por la sangre de las pequeñas, de repente se vio rodeada por las miradas de la gente, quienes apreciaban su dolor, una pobre madre cargando a sus niñas muertas, su  realidad se desplomó como un cristal roto en mil pedazos, su mente mezclaba los recuerdos del pasado con una vida ficticia que ella misma en su cabeza se inventó.

Perder a sus hijas fue algo que no pudo superar, Marlene terminó desquiciada entre cuatro paredes sintiendo la gran culpa, por no cuidar a Mariana y Scarleth, aunque nunca está sola, las gemelas siempre la acompañan.

domingo, 19 de junio de 2016

La Bella y la Bestia


Las campanas de la Iglesia repicaban, todos corrían a refugiarse en sus hogares, vislumbrando el ocaso que entre nubarrones grises absorbían los pocos rayos de sol, como ese último suspiro en la vida de un moribundo que se apaga, cayendo la oscura y seductora noche, con tantos ruidos y misterios que atrapan en sus redes a esos errantes que transitan por las calles, dejando consigo una lista en ascenso de desapariciones inexplicables.
Isabella Dragovic, era la menor de tres hijas huérfanas, a la que sus hermanas mayores obligaban a trabajar como stripper, sacando provecho de su inigualable belleza, aquel rostro perfecto que Dios le regaló y un cuerpo de ensueño que parecía esculpido por los Ángeles, Milena y Anarella sus insensibles hermanas, sabían cómo explotar al máximo a Isabella, a quien odiaban por tener lo que a ellas les faltaba,  el cielo no fue tan generoso con ninguna, su aspecto obeso y robusto las hacía dos mujeres nada apetecible ante los hombres, la bendición de Isabella fue también su maldición, convertida en una simple arma erótica que le llenaba los bolsillos de dinero a sus grotescas hermanas, con lo cual podían saciar los vicios y el exceso.
A altas horas de la madrugada, Isabella se paseaba por la avenida, como cualquier otra noche caminaba a casa, después de vender su silueta, deleitando los corazones solitarios de aquellos hombres, que encontraban un consuelo en el ritmo acompasado y sensual de su cuerpo, fumaba un cigarrillo, algo cansada de tanto caminar en tacones, decidió quitárselos y con sus pies descalzos continuo avanzando por el callejón, sintiendo un cosquilleo helado, por el frío suelo que pisaba. De manera repentina una extraña sombra paso sobre ella, sólo fueron unos segundos fugaces, sin embargo eso llamó su atención por lo que quiso darse prisa, pero justo cuando casi llegaba, escucho un gruñido que parecía venir de la esquina, su piel se erizo y un escalofrío terrorífico recorría su cuerpo, sobre todo al notar que ese sonido iba acercándose cada vez más, por suerte para ella alcanzó llegar hasta su puerta, desesperada busco las llaves dentro del abrigo, pero los nervios le ganaban, al sacarlas del bolsillo se le escurrieron de las manos dejándolas caer,  se dobló a recogerlas y cuando se incorporaba de nuevo, una respiración espesa acarició su cuello, el ardiente aliento se repitió en varias ocasiones, soplando fuerte alrededor de su nuca, las piernas de Isabella flaqueaban, víctimas del temor profundo que la invadía al verse sometida por esa cosa que la sujetaba desde atrás, rodeando el cuerpo de su presa, con ambos brazos a la altura de su cintura, aunque intento zafarse de él, le fue imposible liberarse de la bestia, en el instante en que quería gritar, Isabella sintió un dolor agudo, como dos agujas que se hundían en la delicada piel de su cuello, ella no supo explicar esa sensación que se extendió durante unos cuantos segundos que se volvían eternos, su fuerza se desvanecía lentamente en medio de un placer indescriptible, que se mezclaba con la agonía de quien padece una herida mortal, aunque poco a poco iba quedando sumergida en un sueño incontenible, sin embargo  el cúmulo de sensaciones que habitaban dentro de ella, le sirvieron como envión anímico para soltar desde el fondo de su ser un grito desgarrador, que denotaba la pasión descontrolada de un alma que se despide de su vida, entre sufrimiento y placer. El eco de su vos despertó a Milena y su hermana Anarella, que asustadas con lo que oían, fueron a mirar por la ventana, para entonces la bella y la bestia se habían esfumado, dejando sólo una colilla de cigarro y sus zapatos de tacón alto, tirados junto a la puerta.
Su cuerpo reposaba tirado sobre una lápida de piedra, se encontraba amarrada en cada una de sus extremidades, junto a una hoguera con llamas infernales, mientras unos espectros con cara de murciélago danzaban frente a ella, desmembrando los cuerpos de personas que caían desde lo alto de un abismo, para ser devorados por esas hambrientas criaturas que se alimentaban sin parar. Tras saciar su apetito los monstruos comenzaron a escurrir el líquido vital de los cadáveres, llenando algunas vasijas, que llevaron hasta ella ofreciéndole las copas con sangre.
En ese momento Isabella despertó de la terrible pesadilla, viéndose en un sitio totalmente desconocido, en una gran cama y luciendo un hermoso vestido rojo de seda, en su dedo traía puesto un hermoso anillo de diamantes, la boca le dolía y sus labios hinchados sangraban levemente, unos enormes colmillos sobresalían como dientes de sable, su reacción inmediata fue salir huyendo de allí, pero al abrir la puerta, él estaba esperándola, gigante y de cuerpo peludo como un animal, aunque sus ojos lucían como los de un ser humano, su cara horrible, los dientes afilados y esas grandes orejas puntiagudas le daban un aspecto abominable, con unas inmensas alas de murciélago que cubrían su espalda, era un vampiro mitad hombre mitad bestia.
Como en su sueño, la bestia le ofrecía un trago sangriento, pero Isabella lejos sentir repulsión, podía notar que todo en su interior le invitaba a probar ese néctar divino, sin poder resistirse termino tomándose hasta la última gota, sin embargo no fue suficiente, aquello despertó dentro de ella un deseo indetenible que le pedía más y más.
¿En qué se convirtió?, ¡pensó!, tras un instante de lucidez,  entrando en pánico y comenzó a llorar, con asco y horror al ver sus antojos, estaba decidida a salir de ese maldito lugar y esta vez ese monstruo no la iba a detener, corrió como nunca antes en su vida lo hizo, aunque alcanzó a escucharlo decir:

– Ve mi Bella Esposa y cumple tú destino.

Anarella oyó la llaves y la puerta se abrió, viendo que Isabella entraba, 3 noches pasaron desde la última vez que la vieron y no sabían su paradero, pero Milena vio que Isabella regresaba usando un precioso vestido, sintiendo mucha irá, lloraba por las cosas espantosas que le sucedieron, pero en vez de encontrar consuelo en casa, sus hermanas la recibieron a los golpes, molestas la insultaban por hacerle pensar que algo malo le ocurrió, cuando la joven cayó al suelo Milena pudo observar el maravilloso anillo que llevaba en la mano, decidida a arrebatárselo la abofeteo dos veces, sin embargo eso en vez de desmoronar a Isabella sirvió para reavivar en ella el instinto voraz que antes experimentó, algo en su rostro cambio, los colmillos volvieron a crecerle y lo único que podía calmar su sediento apetito infernal era la propia sangre de sus hermanas que petrificadas veían como la dulce Isabella que siempre dominaban a su antojo, al fin se revelaba después de tantos años de ultraje y sumisión, por más que lloraron y suplicaban, Isabella no se detuvo hasta secar las venas de esas pobres desgraciadas. Luego que el banquete terminó, sus ojos brillaban con una luz infernal, su hermosura jamás fue más radiante que ese día, ahora sólo debía seguir el llamado de su corazón que la incitaba a volver al Castillo de su esposo, donde la Bella y la Bestia vivirían felices por toda la eternidad. 

domingo, 12 de junio de 2016

Ojos Amarillos


Muchas veces creía, que la muerte quizás sería hasta más dulce que la amarga tortura de vivir preso de sus sueños frustrados, una agonía que tenía que afrontar día con día, librando una batalla contra la decadencia, en la que estaba en juego su propia vida, Marcus Batista fue durante años un músico fracasado que no veía una salida decente que lo alejara del suicidio, cada noche ahogaba entre copas sus penas, cansado de ver como se cerraban las puertas a donde quiera iba, un día decidió que aquello tendría que terminar, que la hora llegaba y nada lo detendría, se dirigió hasta el edificio más alto de la zona y subió al último piso sin dudarlo, en la azotea observó cuán pequeño se veía el mundo desde allí arriba, respiro hondo y decidió lanzarse, sin embargo su voz lo detuvo.
             –Yo Puedo concederte todo lo que has imaginado –
Marcus voltio enseguida y vio frente a él, la mujer más bonita que había mirado, con esos ojos amarillos seductores y sus labios color chocolate que le daban un aire de belleza y misterio tan encantador.
– ¿Quién Eres tú? – Pregunto Marcus –, con la vista fija en sus hipnóticos ojos amarillos.
–Sólo con un beso serás mío para siempre, tú alma me pertenecerá y a cambio tendrás todo lo que soñaste, tú simple y miserable vida se convertirá en una maravillosa historia de éxitos, fama y fortuna – esas fueron  sus palabras.

Ese demonio con forma de mujer, aguardaba con ansias la respuesta de un Marcus que tras escuchar lo dicho por ella, fue a sus brazos sin remedio buscando alcanzar esos labios divinos que lo invitaban al pecado, sin saber que probar su boca, era el beso de Judas que condenaba su existencia, tal vez ahora podría alcanzar sus metas y las recompensas materiales que anhelaba, pero a un alto precio que tarde o temprano debería pagar.

Dormía tan plácidamente que ni unas cuantas caricias lo sacaban del letargo en que se hallaba, Marcus despertó creyéndose en un sueño más grande, no podía creer lo que miraba, junto a él una hermosa rubia lo abrazaba con ternura y a su izquierda otra fémina despampanante le acariciaba el cabello, se encontraba rodeado de 2 bellas mujeres en un cuarto de hotel digno de un rey, un par de mesoneros tocaban a la puerta, trayendo consigo el suculento desayuno, típico de un músico de su talla.
Marcus Batista se volvió una súper estrella de fama internacional, alcanzando la cúspide del cielo, en diez años repletos de logros y más logros, pero lo irónico de su fantástica realidad es que Marcus no recordaba nada de su nueva vida, es como si aquel tiempo vivido se fue en un segundo sin dejarle disfrutar ningún momento.
La fama de Marcus rebasaba cualquier límite, su riqueza era incalculable, sin embargo la mágica vida de ensueño, realmente era un fraude que tenía fecha de vencimiento y su época de felicidad cambiaría a un infierno en la tierra.
Cada mañana cuando despertaba un ruido como agujas de reloj atormentaba sus oídos, un zumbido en la cabeza le decía que en cuestión de días su trato vencería. La siguiente semana paso agonizando entre pensamientos y alucinaciones, en las calles los animales parecían compartir la misma mirada, unos ojos amarillos que a donde fuera le seguían. La mujer de ojos amarillos aparecía en su mente a cada segundo, su vos retumbaba como un eco incesante que no paraba de repetirle que pronto vendría a reclamar, lo que por derecho era suyo.
Todo estaba listo para la primera noche de concierto que daría inicio a una gira musical por todo el mundo, la multitud emocionada gritaba el nombre de su artista predilecto quien promocionaba el décimo disco en 10 años, Marcus salía a escena tratando de olvidarse de la mujer de ojos amarillos, cuando la banda empezó a tocar la música invadió los Sentidos del cantante que sólo pensaba en dejar salir su voz y llenar el ambiente con sus canciones, sin embargo su voz se quedó estancada como aprisionada en una caja metálica con cadenas que no la dejaban fluir por su garganta, todo a su alrededor empezó a dar vueltas, la música cambio por gritos que rechinaban como susurros de lamento y mientras observaba entre el público, los ojos de sus miles de asistentes comenzaron a brillar con un color amarillo que desatacaba por encima de las luces del escenario, desesperado Marcus bajo de la tarima en total descontrol alejándose de allí sin que nadie pudiera detenerlo, ante la vista incrédula de sus fans que no entendían que sucedía con su ídolo.
La maratónica carrera que emprendió lo condujo muy lejos, yendo a parar sin darse cuenta al viejo barrio donde por tanto años vivió sumergido en la triste pobreza, pero ni eso valió para escapar de sus garras, la mujer de ojos amarillos aparecía en cualquier lado, aunque Marcus huía como loco queriendo librarse de esa maldita cosa. Los latidos de su corazón resonaban fuerte haciendo eco en el silencio, compaginándose  con sus pasos agitados que se abrían camino entre un aire helado que paralizaba a cualquiera, hacia una pausa obligada observando si al fin la dejaba atrás, solo para descubrir con espanto que ella le seguía la pista a cada segundo, no tenía idea que pasaría con él, pero estaba casi seguro que le esperaba un final doloroso por vender su alma.

Unos perros ladraban y otros aullaban, los gatos arañaban las paredes y las palomas aleteaban perdidas en la oscuridad de la noche, Marcus no sabía qué hacer, viendo la sombra de su perseguidora acercarse entre los faroles de la calle que de repente explotaban uno por uno a medida que la mujer circulaba por allí, su sexy y dulce vos repetía el nombre de Marcus, alternándose de vez en cuando con un tono de ultra tumba que le erizaba la piel. Sin escapatoria alguna, termino justo donde todo inicio, en el edificio en el cual la vio por primera vez, Marcus camino por la cornisa, retando su equilibrio, sin importarle caer al vacío, ella apareció de inmediato, reclamando solo un beso más para poder absolver su alma y dejar su cuerpo sin vida, su legado musical prevalecería en el tiempo mientras su espíritu se consumía en las llamas eternas del infierno, pero Marcus no estaba dispuesto a complacerla, la mujer de ojos amarillos con un grito lleno de ira y de rabia le ordeno bajarse, sin embargo Marcus tenía esta vez suficiente alcohol en sus venas para hacer lo que su corazón le dictaba y no dejarse atrapar por aquella hipnótica mirada,  se encomendó a Dios y con una sonrisa irónica se dejó caer, ante los infernales alaridos de protesta de un demonio de ojos amarillos que perdía una jugosa alma.

A las 6:00 am el cuerpo de Marcus Batista, un indigente de la calle fue descubierto por vecinos del lugar. Mientras ese demonio sigue por ahí, oculto entre las sombras, con sus ojos amarillos al asecho, en busca de nuevas almas que comprar.

domingo, 5 de junio de 2016

Juega Conmigo


Esa mañana de abril, jamás imagine que mi vida cambiaría así, conocí el amor en sus brazos y es que me regalo el motivo de felicidad más grande, un hermoso anillo de diamantes con el que me pedía ser su esposa.
Fue imposible negarme a esa maravillosa sorpresa, las semanas fueron pasando y solo se respiraba en el ambiente aires de boda, con todos los preparativos del casamiento mi alegría brotaba por los poros, no sé cómo paso el tiempo tan rápido, un día repartíamos las invitaciones, y al siguiente los invitados en la iglesia asistían al matrimonio de Helen Brown y Arthur Heredia.
Aun no podía creerlo, ¡Mi Boda!, las cosas salieron tan perfectas que en cuestión de segundos fui oficialmente su esposa. Esa noche los obsequios no paraban, pero el más increíble llego de parte de Abraham Heredia, el abuelo de Arthur, quien nos entregaba las llaves de la casa donde pasaríamos la luna de miel, se trataba de una recién adquirida propiedad, ubicada en un paradisíaco pueblo de la costa.
Hicimos el largo viaje emocionados por conocer nuestra nueva casa.
-¡es majestuosa!- alcance a decir en medio de mi gran asombro al ver aquella inmensa casona, era una mansión estupenda, rodeada por un bosque en su parte trasera y a orillas de la playa, lo mejor es que teníamos la casa completamente para los dos. Apenas entramos se nos iba la vista observando las decoraciones y el interior, había unas 12 habitaciones en el primer piso y quizás 8 más arriba, sin dudas que disfrutaríamos esa temporada en la casa.
3 Noches han pasado y yo no duermo, parecerá una locura pero siento algo extraño cada que anochece, no sabría explicarlo, la otra noche la brisa soplaba fuerte a la ventana, me levante para cerrarla y al hacerlo, tuve la impresión que algo se reflejaba en el cristal, el rostro de una niña demacrada y con el cabello maltratado, después cuando casi conciliaba el sueño un susurro tenebroso sacudió mi oído, claramente era la vos de una niña que me decía –Juega Conmigo-
Sin embargo no preste atención a ninguna de esas cosas, de seguro ha sido producto de mi imaginación, hoy decidí recorrer el bosque mientras Arthur iba al centro, por unos víveres en el pueblo, camine unos cuantos metros y aprecie un columpio al pie de un árbol, sentí muchas ganas de acercarme y empecé a mecerme en el cómo hace años no lo hacía, goce aquel agradable momento, hasta que oí una risa desconocida que me erizo la piel, una niña sonreía notablemente contenta, desconcertada mire a todos lados pero no vi a nadie, solo había un viejo muñeco de trapo tirado en el tronco del árbol, no sé cómo llego ahí,  porque sabía perfectamente que antes no estaba. Por más que quise alejarme algo me impulsaba a tomarlo, no pude resistirme y me lo lleve a casa.
Tomaba una ducha de agua fría para relajar mis músculos, el agua caía por mi piel y yo con los ojos cerrados cantaba mi canción favorita, en un breve parpadeo, abrí mis ojos y vi que una niña me espiaba, sujetaba la cortina del baño entreabierta, me espanto tremendamente, grite con todas mis fuerzas, cosa que a ella no pareció importarle, seguía parada viéndome fijamente y la regadera salpicaba su vestido blanco, cuando Arthur entro por la puerta, gire mi cabeza mirándolo muy asustada, solo bastaron unos cuantos segundos para que al voltear la niña ya hubiera desparecido.
Desde ese horrible suceso mi vida en esa casa se convirtió en un infierno, insistí miles de veces a Arthur que nos marcháramos de inmediato, sin embargo él nunca me escucho, argumentaba que si nos íbamos antes de la fecha planeada seria como una ofensa a su abuelo. En todas partes escuchaba su vos que me invitaba a jugar, su risa que no sabía si se burlaba de mi o si disfrutaba tenerme cerca. Una tarde en que quise deshacerme de aquel muñeco de trapo, la vi nuevamente, esa niña se puso frente a mí y con su dedo meñique me decía que no lo hiciera, sin embargo no permití que me intimidara, abrí la ventana e intente arrojarlo, ella empezó a gritar, dando un chillido espantoso que quebró los vidrios de la ventana y por poco también revienta mis tímpanos, desesperada desistí y entonces casi enseguida ella satisfecha se desvaneció. Fue cuando apenas note como mis brazos sangraban con los cristales que se incrustaron en mi piel, cuando Arthur irrumpió en la cocina y vio mis heridas, fue el detonante indicado para que por fin entendiera que debíamos irnos de allí, corrimos de prisa olvidándonos del equipaje, pero por más que Arthur quiso encender el auto, no lo consiguió, resignado sobre el volante no sabíamos qué hacer, cuando observe por el espejo retrovisor la vi reflejada con una mirada de ira en sus ojos, en ese instante el motor del vehículo echo andar por sí solo, el acelerador se hundió a fondo y salimos a toda velocidad sin poder detener el inminente impacto que nos llevó contra un arbusto, Arthur salió disparado por el parabrisas yendo a parar afuera, por mi parte sufrí un simple golpe en la frente que me abrió una herida, fui rápidamente a ver como se encontraba mi esposo, sintiendo el dolor más desgarrador de mi vida al notar que se encontraba sin signos vitales, su cuello roto le causó la muerte instantánea. Junto a mí apareció la niña sujetando su muñeco de trapo, me ofreció su mano, con mi corazón helado de miedo acepte y caminamos hasta a la casa.

Ya no recuerdo cuando fue la última vez que vi la luz del día, ni tampoco donde quedaron mis lágrimas, solo sé que el silencio hace tiempo que se apodero de mí, poco a poco me acostumbre a su oscura compañía, lo único que ahora escucho además de oírla sonreír, es su maldita vos que siempre me dice -¡Juega conmigo!-