Siempre
existe la mente sucia y macabra que sacia sus desquiciados pensamientos de la
peor manera. Aunque los sabios afirman que un demente nunca podrá esconder su
lado oscuro, pero ¿Y si están equivocados?
Edward
Nolan, era el tipo de hombre que cualquier mujer soñaría, esposo ideal, padre
ejemplar, exitoso en los negocios, respetado y amado por todos. Su vida no
podía ser mejor, cada día con una rutina que seguir, sumando elogios y dinero,
sin embargo por las noches guardaba su traje y corbata y se enfrascaba en una
travesía inimaginable para el resto del mundo, sacando a flote los instintos
siniestros que guardaba detrás de esa fachada de hombre perfecto.
Ese
domingo por la noche cuando el reloj marcaba las 11.00, los latidos de su
corazón casi podían oírse a miles de kilómetros y su respiración cada vez más
agitada eran la clara señal de que una fuerte emoción le embargaba, nada le
daba más placer que lo que estaba a punto de llevar a cabo.
Eva
venia algo tomada, unos cuantos tragos y una pelea con su novio, le hicieron
abandonar frenéticamente la discoteca donde pasaba un buen rato, debido a la
hora sería difícil tomar un taxi, así que decidió caminar unas cuadras hasta
llegar al apartamento de Carla su mejor amiga, debía darse prisa antes que sus
padres llamaran, se armaría un tremendo lio si la madre de Carla les contaba
que ella no se encontraba en casa. Su papa le enseño que mentir no era bueno,
sin embargo ese fin de semana Eva olvidó aquel consejo y se inventó una
pijamada como excusa para irse de fiesta con su novio Mark, un plan que al final
no resulto como deseaba, regreso antes de tiempo y molesta por los celos
excesivos de Mark, pero nunca se detuvo a pensar las consecuencias de sus
actos, una chica sola caminando a la deriva y en medio de la noche, seria presa
fácil para cualquiera.
No
podía explicar las miles de sensaciones que recorrían su mente cuando jugaba a
ser Dios, en sus manos quedaba la decisión, una calle oscura, transeúntes que
iban y venían uno tras otro, oculto en las penumbras de la oscuridad él
aguardaba el momento indicado para sentenciar a su víctima de turno, mujeres,
hombres, no importaba, porque cuando elegía a su presa el destino final de esa
persona estaba sellado.
Podía escuchar sus pasos acercándose, el sonido singular de sus tacones le advirtió que se
trataba de una mujer sola, ¡justo lo que necesitaba! su ritmo cardíaco iba en
aumento a medida que aquella pobre desgraciada venía hacía a él, sin imaginarse
que se dirigía a un viaje sin boleto, sus enfermos pensamientos no paraban,
había tantas cosas que podía hacerle, quizás someterla y llevarla a su cuarto
secreto de torturas para darle rienda suelta a su maldad, hasta que ella misma
suplicará su muerte, apuñalar su estómago ciento de veces, mirándola a los ojos
para gozar en primera fila, viendo como la llama de su vida se iba apagando
lentamente. O si le apetecía esa linda mujer podría disfrutar el néctar de su
piel antes de sacarle del pecho la fuente de su vida. Sin embargo esa noche no
tenía mucho tiempo disponible para aprovechar a su víctima, su esposa lo
esperaba en casa, así que mejor usaba el revolver que traía bajo su chaqueta y
haría un trabajo rápido pero letal.
Eva
se aproximaba a la esquina donde sin saberlo un trágico desenlace le esperaba,
mientras Edward alistaba su Colt Anaconda, le gustaba ese revólver Mágnum de 11
mm por su precisión y fácil manejo, solo bastaba con un disparo certero para
destrozar su blanco. El gran instante para ese lunático asesino llego, la mujer
pasaba frente a él sin notar su presencia debido al traje negro que le servía
como camuflaje en las tinieblas, al tener su ansiada oportunidad, salió de las
sombras se paró detrás de ella y sin darle tiempo a reaccionar halo el gatillo
de su revólver, y con un disparo a quemarropa depósito en la cabeza de la
infortunada un cartucho que le causó un inmenso hoyo en el cráneo, el cuerpo de
la mujer calló al suelo regando su sangre por todos lados, la mató
instantáneamente.
Su
corazón parecía querer salirse del pecho, por fin volvía arrebatarle la vida a
alguien, ya no tenía idea de cuantos muertos figuraban en su amplia lista, pero se
sentía satisfecho y feliz cada vez que lo hacía, pronto se iría de la ciudad
para celebrar el cumpleaños 20 de su amada hija y pasaría un tiempo hasta que
pudiera asesinar nuevamente, ahora podía regresar a casa tranquilo, sin embargo
no se marcharía de allí, sin antes apreciar el rostro de esa mujer, su cadáver
reposaba de espalda en la acera, con una sonrisa de oreja a oreja, giró el cuerpo,
sacó una lámpara del bolsillo, le apartó el pelo de la cara y alumbró su rostro,
ningún asesinato le causó el sentimiento que ahora experimentaba, sintió como
mil puñaladas herían su corazón, que siguió latiendo pero ahora con una
intensidad inigualable, su risa cambió por llanto, las lágrimas comenzaron a
caer sobre el cabello rizado de Eva, no tenía palabras para expresar su
desespero, sobaba sus mejillas y limpiaba los restos de sangre que habían en su
cara.
Edward
Nolan un maniático asesino en serie que aparentaba ser un hombre incapaz de
lastimar a una mosca, era realmente un despiadado sin corazón que gozaba
matando a cuánta persona pudiera, pero esa noche el destino le pasaba factura,
descubriendo en su nueva víctima un rostro familiar.
Con
la oscuridad de la noche se dificultaba distinguir el rostro de su presa,
siempre buscaba calles solitarias y oscuras, al dispararle por la espalda no
pudo apreciar su cara, y ya era demasiado tarde para arrepentimientos, una vez
más empuño su revólver, era momento de cometer su último asesinato, colocó el
dedo en el gatillo y sin dudarlo ni un segundo, disparó.
Un
cumulo de sangre y cerebro se esparcieron salpicando la pared de la esquina, el
cuerpo de Edward cayó al suelo, junto al cadáver de su hija Eva.