Me
llamo Nicolás Spencer, solía ser un niño solitario y sin nadie con quien jugar,
hasta que conocí a Froxy, durante años él fue mi único y mejor amigo, al que
podía contarle lo que quisiera y nunca se cansaba de escucharme, si lloraba me
consolaba con sus chistes malos que a mí me hacían reír, todo marchaba
perfecto, entonces yo comencé a crecer.
Los
años en la escuela se fueron tan rápido que ni cuenta me di, solo recuerdo que
llego ese lunes donde mi vida ya no volvería a ser como antes, ¡JAMAS!
Iniciaba
mi nueva etapa de colegio y con ello las malas experiencias de la escuela iban quedando
atrás, comencé a tener amigos, ya no era el niño tonto del que todos se
burlaban, inclusive parece que las chicas empezaban a fijarse en mí. Poco a
poco fui olvidando por completo a Froxy mi querido amigo imaginario, algo que
él no aceptaría tan fácilmente, las noches se hicieron más largas en mi intento
por dormir, porque allí estaba Froxy para no dejarme conciliar el sueño, sus
visitas se volvieron constantes, el gran cariño que sentía se fue convirtiendo
en temor, la dulce risa con la que solía alegrarme no era como antes, ahora me
daba miedo escucharla, su compañía se volvió mi tormento.
Las
heridas que aparecían de la nada en mi cuerpo me lastimaban, pero nadie
entendía lo que pasaba, todos pensaron que estaba enfermo, que yo me produje
las cortadas en mi piel, mis padres me oyeron hablar solo, pedirle que me
dejara en paz, creyeron que estaba loco.
Pase
los siguientes 5 años de mi vida, encerrado entre cuatro paredes acolchonadas y
con una camisa que amarraba mis manos, todos esos años él estuvo allí conmigo
acompañándome, ni cuando dormía su presencia me dejaba tranquilo, transformó
mis sueños en oscuras pesadillas. Casi creí que de verdad había perdido el
juicio, sin embargo una noche por fin me abandono, gane la batalla, al cumplir
los 18 ante Dios y la ley, era un hombre, cualquier señal de mi niñez y adolescencia
se marchó, así fue como me deshice de esa cosa que por años quiso arrebatarme
la cordura.
10
años después los traumas del pasado quedaron pisados, a pesar de lo malo y el tiempo
perdido en ese hospital, logre recuperar mi vida y convertirme en un tipo
exitoso. Con Ariana conocí el amor, fue la mujer que lleve al altar y la que me
regalo la dicha de ser padre. Nuestro hijo Damián creció a una velocidad
grosera, en un abrir y cerrar de ojos celebrábamos su cumpleaños número 6, sus
ojos brillaban de tanta emoción al ver su piñata y la casa llena de dulces, esa
noche después que la fiesta termino, entre a la cocina organizando el desastre
que los niños causaron, ahí estaba
Damián, lo extraño es que lo oí hablar con alguien pero se encontraba solo
comiendo una rebanada de torta, el no pareció darse cuenta de mi llegada,
porque siguió muy concentrado en su mundo imaginario, casi me muero del susto
cuando escuche a mi hijo decir
- ¿Froxy
te gusto la fiesta?
Desde
esa maldita noche las paredes se burlan de mí,
aunque no lo he visto realmente puedo sentir su maligna presencia como
una sombra que no se despega de Damián,
debo hacer algo para impedir que mi hijo sea víctima de esa criatura
fantasmal, un lobo del infierno disfrazado de tierna oveja. Hoy decidí decirle
todo a mi esposa, sentí un alivio cuando me abrazo fuertemente, se que no es
algo fácil de entender pero ella me creyó, dice que desde hace días nota cosas
extrañas en la casa, objetos que se mueven solos, risas que provienen de la
habitación de Damián y siluetas entre la oscuridad que se desvanecen al encender
las luces. Debo detenerlo antes de que sea tarde, temo por Damián, es lo que
más amo en el mundo y no permitiré que le haga daño.
Desesperado
acudí con Fiorella Van Keller, una espiritista con mucha experiencia en casos
paranormales, apenas entro a la casa sus ojos se viraron de una manera
grotesca, más tarde nos contó que tuvo una visión, esa entidad estaba hambrienta,
un espíritu antiguo que guardaba rencor y ganas de venganza, su maligna esencia
necesitaba almas buenas para seguir existiendo, su objetivo no era otro que
poseer el cuerpo de los vivos. Todo tuvo sentido, lo que Froxy quiso realmente fue enloquecerme hasta matarme, varias veces me gritaba que me suicidara, si le
hubiese prestado atención habría condenado mi alma, mi cuerpo vacío hubiera
sido el recipiente ideal que el tanto deseaba.
Era
hora de acabar de una vez por todas con mi amigo imaginario, Fiorella preparo
todo en la casa, tenía que proteger a mi familia por lo que Ariana se llevó
consigo a Damián, esa noche volvería a ver al diablo por última vez. La espiritista
leyó un conjuro invocando al demonio, Froxy apareció ante nosotros con su rostro amigable y bueno, pero cuando Fiorella lanzo agua bendita sobre él,
mostró su verdadera cara, el aspecto demoníaco que lucía me espantaba aunque
debía ser valiente. Cuando lo mire a los ojos pude ver las llamas del infierno
consumiendo a inocentes alimentándose del dolor humano. El intento abalanzarse
sobre mí diciendo que obtendría lo que siempre anhelo, ¡Mi Alma y mi cuerpo!,
al tiempo en que Fiorella empezó a rezar las velas aumentaron el fuego, las
sillas comenzaron a volar como platos y una fue a parar a su cabeza golpeándola
tan fuerte que perdió el conocimiento, Froxy no paraba de reír mientras me
sujetaba del cuello. Yo pensaba que hacia lo correcto al invocar a ese
monstruo, sin embargo no me daba cuenta que caía en su juego, nunca se trató de
Damián, él quería que notara su existencia, mi hijo solo fue el anzuelo para
atrapar al pez gordo. Estaba a punto de asfixiarme pero como pudo Fiorella se
levantó del piso, rociando más agua bendita sobre el demonio logrando que me
soltara, aunque su furia fue tanta que quien pago el precio fue la pobre mujer
que solo deseaba hacer el bien desterrando de este mundo a un fantasma asesino
que buscaba poseerme, rompió su cuello como si se tratara de una simple muñeca
y su cuerpo sin vida cayo junto a mí. Froxy se relamía los labios con su lengua
asquerosa pasándola por sus grandes dientes, en mi mente solo tenía presente a
mi esposa Ariana y mi hijo Damián, tome el crucifijo de las manos frías de
Fiorella y armado de valor comencé a rezar no como la espiritista lo hacía
pero si repitiendo las oraciones que mi madre me enseño, lo último que recuerdo son sus carcajadas, me lanzo contra la pared y perdí la noción de todo.
Desperté
en una cama de hospital, Ariana sujetaba mi mano y Damián dormía recostado en
un pequeño mueble, ella me explico que los paramédicos me dieron por muerto
unos segundos, sufrí un paro cardíaco pero lograron reanimarme. Luego de eso
decidimos mudarnos y empezar de cero, Fiorella dio su vida para ayudarme y
después de todo resulto, Froxy se había ido y nuestras vidas volverían a ser
las mismas, al menos eso pensaba yo.
Una
mañana que me preparaba para ir a trabajar, me afeitaba frente al espejo,
accidentalmente me corte en la mejilla y quise revisar la herida, me quede con
la vista fija en el espejo y allí comprendí las cosas, en mis ojos descubrí la
misma mirada infernal que vi esa noche en el demonio, ¡Maldición! Froxy habitaba
dentro de mí, su sonrisa maquiavélica retumbaba en mis oídos, mi amigo imaginario
nunca se fue, solo aguardaba el momento en que decidiera suicidarme, para adueñarse de mi cuerpo.