Villa Cristal solía
ser un lugar dulce y tranquilo, sus habitantes vivían rodeados por la fresca naturaleza
la mayor parte del año, a excepción del invierno donde todo el pueblo se cubría
de nieve y frías temperaturas, pero ya era algo con lo que su gente estaba
acostumbrada a lidiar.
Una tarde de verano
Rowina Mcgregor llegó al pueblo, una joven cuya belleza era tan grande como su misteriosa
procedencia, nadie sabía de donde venía, tan sólo que había comprado la vieja
cabaña del lago.
Los hombres quedaban
embriagados con su seductora mirada y unos labios que despertaban pasiones, cuando
se dedicó a reparar su nueva casa, no sobraron las manos que se ofrecieran a ayudarla,
en dos semanas la cabaña lucía restaurada. El tiempo transcurrió,
los días pasaron y se volvieron meses, entrado el invierno Rowina ya se había convertido
en otra pueblerina más, sin embargo no dejaba de haber un lado intrigante a su
alrededor, Katherin Bulls la esposa del magistrado insistía que detrás de aquella
chica con cara de niña buena, se escondía algo tenebroso, pero para su esposo Matías
eso se llamaba celos y envidia.
Rowina tenía gran empatía
con los niños, las deliciosas galletas que horneaba atraían a los infantes que
iban y venían a cada rato.
Henry el hijo de Katherin
y Matías adoraba esas galletas, lástima que únicamente podía comprarlas en el día,
porque Rowina nunca recibía visitas por las noches, era un tanto extraño pero jamás
la veían salir de la cabaña al anochecer, sin embargo ese viernes aunque hacía
una noche helada Henry deseaba comer sus ricas galletas y aprovechando que aún jugaba
con sus amigos Albert, Emily y Danna, pensó que sería genial ir por unas cuántas
galletas, una idea que a los otros niños les encantó. Al llegar a la cabaña tocaron
varias veces la puerta aunque Rowina no abrió, ellos siguieron insistiendo pero
todo fue en vano, los niños se dieron por vencido, mejor se marchaban antes que
sus padres se enojaran. Cuando iban de regreso, se toparon con una anciana que cargaba
consigo una canasta, la vieja saludo a los niños y le ofreció una galleta a
cada uno, ellos la aceptaron y comieron con gusto, para Henry el sabor de esas galletas
le fue familiar, eran exactamente iguales a las hechas por Rowina.
La Vieja aprovechándose
de la situación los engatusó para que la acompañaran, diciendo que en su casa tenía
muchas más. Los chicos caminaron detrás de ella siguiendo a la anciana, lo más
extraño es que se dirigían al mismo sitio donde habían estado antes, ¡la casa de
Rowina! sin embargo a ninguno pareció importarles eso, es como si en su cabeza sólo
pensaban en galletas. Dentro de la cabaña la vieja les sirvió una bandeja
repleta de galletas para que comieran a su antojo, mientras ellos disfrutaban
aquel banquete sin preocuparsese por nada más, la anciana trajo unas grandes agujas con
las que les realizo una extracción de sangre, llenando 2 copas con el líquido
vital de los niños, quienes no se percataban de lo que sucedía a su alrededor. Con
glotonería en sus ojos levantó cada una de las copas y bebió de ellas como si tomará
el mejor de los vinos, casi al instante sus arrugadas manos comenzaron a
recobrar vida, la palidez de su rostro fue tomando color, su blanco y escaso cabello
se tiño de negro, torneándose lacio y abundante, la poca dentadura de su boca se
fue llenando de unos dientes perfectos que adornaron sus carnosos y jugosos
labios. Finalnalmente la silueta de su cuerpo se hizo esbelta haciendo que el vestido que llevaba puesto cayera al suelo, tomó un pequeño espejo y con una sonrisa
de satisfacción Rowina observó cómo su juventud y belleza regresaban de nuevo.
Los golpes en la
puerta la sorprendieron, alguien tocaba con insistencia, ella de inmediato corrió
a vestirse, el ruido pareció también llamar la atención de los niños que asustados
no entendían como entraron a la cabaña, lo último que recordaban era a la
anciana, pero entonces en ese momento Rowina apareció, explicándoles que su abuela
los había traído. Al abrir la puerta se encontró con Katherin y Matías que
buscaban a su hijo y a los demás niños.
- Los hemos buscado por un largo rato – exclamó Matías –
- ¿Cómo permites que unos niños solos
y a estas horas de la noche estén lejos de su casa cuando empieza la nevada? – Pregunto Katherin –, (dijo ella, con un tono de enojo )
- ¡Lo siento! los niños me pidieron unas galletas y no pude
negárselas.
– Respondió Rowina –, (haciendo gestos que aparentaban lo
apenada que estaba), prometí que apenas terminarán de comer, los acompañaría hasta
su casa. - dijo ella -.
Después de terminar
con su teatro de fingidas disculpas que tan sólo convenció a Matías, los padres
se marcharon junto a los niños.
La siguiente mañana Henry ,despertó un tanto pálido, Katherin notó el cambio del niño y
llamó al médico que después de examinarlo descubrió unas heridas diminutas en
su brazo, como piquetes de aguja, Katherin recordó enseguida que la noche
anterior creyó ver en la cabaña de Rowina unas agujas sobre la mesa, llegando a
la conclusión que la mujer era responsable por lo ocurrido a su hijo, sobre todo
al enterarse que los 3 amigos de Henry también presentaban marcas iguales en su
cuerpo. La noticia se rego como pólvora en el pueblo, causando la molestia de
los habitantes que reaccionaron de forma violenta, yendo a la cabaña de Rowina,
la tildaron de bruja y fue acusada de practicar la magia negra. Decididos a castigar a la bruja de forma violenta, la
llevaron a orillas del lago que para esa época del año sus aguas heladas
congelaban la piel, con la ayuda de un taburete sumergible la sentaron atada de
pies y manos sobre una silla, sin importarles los gritos de la mujer, hicieron
que la silla entrar y salir del agua a su antojo, pero ni siquiera después de
que sumergieron a Rowina en el agua por unos cuantos segundos lograron hacer
que confesara todo, Katherin que para ese entonces dirigía la tortura le ordenó
a unos hombres que la colocarán sobre una superficie plana y desnudaron su
cuerpo, Rowina temblaba de frío casi sin poder hablar, aunque eso no era suficiente para satisfacer
a la multitud, el barbero armado con un instrumento de metal, sin piedad alguna
machaco todas sus articulaciones, ella agonizaba pero fue amarrada a la cola de
un caballo y arrastrada hasta el medio del bosque, donde la dejaron colgando de
un árbol en pleno invierno.
El pueblo dio por
hecho que la joven había muerto de frío o por sus heridas. Poco más de un año
después, Henry el hijo de Matías, desapareció sin dejar rastro en la primera
noche de nevada. Una semana después, sucedió lo mismo con Danna la hija del
barbero, siguiendo los hermanos Albert y
Emily.
Katherin la madre
de Henry enloqueció, luego que su hijo desapareció, gritaba por las calles que
Rowina McGregor era responsable, aseguraba que la bruja había regresado y que
su maldición caería sobre el pueblo, al principio todos pensaron que era algo
normal producto del dolor por su pérdida. Sin embargo para el final del invierno,
cuando casi todos los niños del pueblo habían desaparecido, la gente asustada decía
que el pueblo estaba maldito, muchos se marcharon de Villa Cristal, jurando que
nunca más volverían a repetir el nombre de Rowina Mcgregor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario