domingo, 19 de junio de 2016

La Bella y la Bestia


Las campanas de la Iglesia repicaban, todos corrían a refugiarse en sus hogares, vislumbrando el ocaso que entre nubarrones grises absorbían los pocos rayos de sol, como ese último suspiro en la vida de un moribundo que se apaga, cayendo la oscura y seductora noche, con tantos ruidos y misterios que atrapan en sus redes a esos errantes que transitan por las calles, dejando consigo una lista en ascenso de desapariciones inexplicables.
Isabella Dragovic, era la menor de tres hijas huérfanas, a la que sus hermanas mayores obligaban a trabajar como stripper, sacando provecho de su inigualable belleza, aquel rostro perfecto que Dios le regaló y un cuerpo de ensueño que parecía esculpido por los Ángeles, Milena y Anarella sus insensibles hermanas, sabían cómo explotar al máximo a Isabella, a quien odiaban por tener lo que a ellas les faltaba,  el cielo no fue tan generoso con ninguna, su aspecto obeso y robusto las hacía dos mujeres nada apetecible ante los hombres, la bendición de Isabella fue también su maldición, convertida en una simple arma erótica que le llenaba los bolsillos de dinero a sus grotescas hermanas, con lo cual podían saciar los vicios y el exceso.
A altas horas de la madrugada, Isabella se paseaba por la avenida, como cualquier otra noche caminaba a casa, después de vender su silueta, deleitando los corazones solitarios de aquellos hombres, que encontraban un consuelo en el ritmo acompasado y sensual de su cuerpo, fumaba un cigarrillo, algo cansada de tanto caminar en tacones, decidió quitárselos y con sus pies descalzos continuo avanzando por el callejón, sintiendo un cosquilleo helado, por el frío suelo que pisaba. De manera repentina una extraña sombra paso sobre ella, sólo fueron unos segundos fugaces, sin embargo eso llamó su atención por lo que quiso darse prisa, pero justo cuando casi llegaba, escucho un gruñido que parecía venir de la esquina, su piel se erizo y un escalofrío terrorífico recorría su cuerpo, sobre todo al notar que ese sonido iba acercándose cada vez más, por suerte para ella alcanzó llegar hasta su puerta, desesperada busco las llaves dentro del abrigo, pero los nervios le ganaban, al sacarlas del bolsillo se le escurrieron de las manos dejándolas caer,  se dobló a recogerlas y cuando se incorporaba de nuevo, una respiración espesa acarició su cuello, el ardiente aliento se repitió en varias ocasiones, soplando fuerte alrededor de su nuca, las piernas de Isabella flaqueaban, víctimas del temor profundo que la invadía al verse sometida por esa cosa que la sujetaba desde atrás, rodeando el cuerpo de su presa, con ambos brazos a la altura de su cintura, aunque intento zafarse de él, le fue imposible liberarse de la bestia, en el instante en que quería gritar, Isabella sintió un dolor agudo, como dos agujas que se hundían en la delicada piel de su cuello, ella no supo explicar esa sensación que se extendió durante unos cuantos segundos que se volvían eternos, su fuerza se desvanecía lentamente en medio de un placer indescriptible, que se mezclaba con la agonía de quien padece una herida mortal, aunque poco a poco iba quedando sumergida en un sueño incontenible, sin embargo  el cúmulo de sensaciones que habitaban dentro de ella, le sirvieron como envión anímico para soltar desde el fondo de su ser un grito desgarrador, que denotaba la pasión descontrolada de un alma que se despide de su vida, entre sufrimiento y placer. El eco de su vos despertó a Milena y su hermana Anarella, que asustadas con lo que oían, fueron a mirar por la ventana, para entonces la bella y la bestia se habían esfumado, dejando sólo una colilla de cigarro y sus zapatos de tacón alto, tirados junto a la puerta.
Su cuerpo reposaba tirado sobre una lápida de piedra, se encontraba amarrada en cada una de sus extremidades, junto a una hoguera con llamas infernales, mientras unos espectros con cara de murciélago danzaban frente a ella, desmembrando los cuerpos de personas que caían desde lo alto de un abismo, para ser devorados por esas hambrientas criaturas que se alimentaban sin parar. Tras saciar su apetito los monstruos comenzaron a escurrir el líquido vital de los cadáveres, llenando algunas vasijas, que llevaron hasta ella ofreciéndole las copas con sangre.
En ese momento Isabella despertó de la terrible pesadilla, viéndose en un sitio totalmente desconocido, en una gran cama y luciendo un hermoso vestido rojo de seda, en su dedo traía puesto un hermoso anillo de diamantes, la boca le dolía y sus labios hinchados sangraban levemente, unos enormes colmillos sobresalían como dientes de sable, su reacción inmediata fue salir huyendo de allí, pero al abrir la puerta, él estaba esperándola, gigante y de cuerpo peludo como un animal, aunque sus ojos lucían como los de un ser humano, su cara horrible, los dientes afilados y esas grandes orejas puntiagudas le daban un aspecto abominable, con unas inmensas alas de murciélago que cubrían su espalda, era un vampiro mitad hombre mitad bestia.
Como en su sueño, la bestia le ofrecía un trago sangriento, pero Isabella lejos sentir repulsión, podía notar que todo en su interior le invitaba a probar ese néctar divino, sin poder resistirse termino tomándose hasta la última gota, sin embargo no fue suficiente, aquello despertó dentro de ella un deseo indetenible que le pedía más y más.
¿En qué se convirtió?, ¡pensó!, tras un instante de lucidez,  entrando en pánico y comenzó a llorar, con asco y horror al ver sus antojos, estaba decidida a salir de ese maldito lugar y esta vez ese monstruo no la iba a detener, corrió como nunca antes en su vida lo hizo, aunque alcanzó a escucharlo decir:

– Ve mi Bella Esposa y cumple tú destino.

Anarella oyó la llaves y la puerta se abrió, viendo que Isabella entraba, 3 noches pasaron desde la última vez que la vieron y no sabían su paradero, pero Milena vio que Isabella regresaba usando un precioso vestido, sintiendo mucha irá, lloraba por las cosas espantosas que le sucedieron, pero en vez de encontrar consuelo en casa, sus hermanas la recibieron a los golpes, molestas la insultaban por hacerle pensar que algo malo le ocurrió, cuando la joven cayó al suelo Milena pudo observar el maravilloso anillo que llevaba en la mano, decidida a arrebatárselo la abofeteo dos veces, sin embargo eso en vez de desmoronar a Isabella sirvió para reavivar en ella el instinto voraz que antes experimentó, algo en su rostro cambio, los colmillos volvieron a crecerle y lo único que podía calmar su sediento apetito infernal era la propia sangre de sus hermanas que petrificadas veían como la dulce Isabella que siempre dominaban a su antojo, al fin se revelaba después de tantos años de ultraje y sumisión, por más que lloraron y suplicaban, Isabella no se detuvo hasta secar las venas de esas pobres desgraciadas. Luego que el banquete terminó, sus ojos brillaban con una luz infernal, su hermosura jamás fue más radiante que ese día, ahora sólo debía seguir el llamado de su corazón que la incitaba a volver al Castillo de su esposo, donde la Bella y la Bestia vivirían felices por toda la eternidad. 

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