Corría
la primavera de 1834, las calles en la ciudad estaban plagadas de violencia y
gente que buscaba hacer justicia por sus propias manos, yo no era precisamente
el tipo bueno de la historia, siempre terminaba metido en grandes líos, era
extraño cuando las rejas no encerraban mi libertad, pero como toda persona en
este mundo tenía un punto débil, mi talón de Aquiles se llamaba Kelly Elizabeth
Jenkins, mi bella y amada esposa, la mujer por quien daría la vida sin dudarlo.
Habían
varios hombres que me seguían fielmente a donde quiera que iba, como buen
pistolero gane mi reputación causando ciertos estragos en algunos pueblos que
visitaba, todos hablaban de Benjamín Thomas el gran oso gris, así me decían,
realmente daba gusto apreciar el miedo que mi nombre impartía, era muy respetado
a lo largo y ancho del estado, sin embargo a el alguacil James Morrison, nada
de eso parecía importarle, un hombre rudo y letal, el más temido brazo de la
ley, llevaba unos cuantos años siguiendo mi rastro, su único objetivo era
lograr mi captura. Quien diría que aquella primavera por fin lo lograría, mis
hombres y yo planeamos por varios días ese robo al banco del condado y todo
marchaba de maravillas, hasta que fuimos emboscados por un centenar de soldados
que nos atacaron a las orillas del rio donde los caballos descansaban después de
perpetrar el asalto, mis valientes compañeros se defendieron como pudieron,
pero ellos nos superaban en número y armas, nos refugiamos en unas trincheras
usadas por el ejército en la guerra, con mi rifle Winchester intente hacerles
frente pero no fue suficiente, cuando quise recargar municiones me vi rodeado
por unos diez militares que me apuntaban, tan solo esperando un simple
movimiento para descargar a placer sus balas en mi cuerpo.
Lo
siguiente que paso, es fácil de adivinar, James Morrison al fin tenia lo que
deseaba, ¡A Mí! Me trasladaron a la comisaria donde iba a ser juzgado y me dictaron
sentencia, para nadie fue una sorpresa que me condenaran a la horca, lo único que
me dolía es que no volvería a ver a mi Kelly Elizabeth, sus ojos café y su
tierna sonrisa me alejaban las tristezas, llenándome de amor, aunque sería lo
mejor, ella se encuentra a más de 70 km de distancia de donde mañana moriré,
hoy en mi última noche mirare la luna que se asoma en la ventana, imaginando
que se trata de su rostro y así tranquilo esperare mi cita con la muerte.
Esa
mañana me llevaron al sitio pautado, el puente de los condenados, un lugar
donde los hombres malos como yo terminaban pagando sus deudas con la sociedad,
amarrados de la cabecera del puente eran colgados hasta morir, mientras lo último
que veían era el cauce de las aguas del río fluir bajo sus pies, una gruesa
soga aguardaba mi llegada deseosa de mi cuello, cuando la sujetaron alrededor
de mi cabeza el padre Elías, el sacerdote del pueblo me dio su bendición, al
tiempo que el alguacil Morrison me recordó todos los delitos por los que iba a
ser castigado. En ese momento supe que alcance mi final, me arrojaron al vacío
y la cuerda comenzó hacer su trabajo, yo tiraba de la soga pataleando sin
descanso, sin embargo quizás la suerte estaba de mi lado, no sé cómo sucedió,
pero la cuerda se rompió y yo caí al río, la creciente me arrastro de inmediato
sin que James Morrison pudiera evitarlo.
Desorientado
termine en el bosque, iniciando una épica cruzada que me llevaría a toda costa a
los brazos de mi esposa, pero tal vez enloquecí, porque a partir de entonces
aunque me encontraba completamente solo, sentía que no era así. Una risa
burlona y espeluznante se regaba por el bosque como atormentándome, entre más corrí
más cerca pude oírla, las hojas de los arboles me rodeaban creando remolinos a
mi paso que me impedían avanzar de prisa, no entiendo si los animales salvajes querían
comerme o solo jugar conmigo, varias veces note una pantera que merodeaba por ahí
simplemente observándome, si fuese querido habría sido su alimento pero decidió
alejarse.
Los buitres volaban sobre mí haciendo fiesta, quizás
anunciaban que pronto aquel hombre iba a desplomarse y se convertiría en su cena,
la maldita risa seguía sin parar no comprendo de donde venía, estaba en todas
partes, debía hacer algo para que se detuviera o iba a volverme loco, por eso tome
una estaca que encontré en un árbol y la incrusté con fuerza en ambos oídos, reventándome
los tímpanos, el dolor que sentí fue brutal, pero al menos ya no volvería
escuchar esa estúpida risa, cuando el
ocaso de la tarde empezó a caer los cuervos tomaron el relevo de unos buitres
que ya no me asechaban, supongo que hallaron otra fuente de comida y me dejaron
para después, los cuervos empezaron a cantar, ¡pero diablos!, acaso ¿estoy desquiciado?,
sé que cantaban, sin embargo no lo hacían
como los pájaros normales, más bien su canto parecía una marcha fúnebre y de
seguro yo era el homenajeado, lo que no me explicaba es como podía oírlos si había
destrozado mis oídos apenas hace un rato.
Al
anochecer, debí parar y dormir un poco, pero ni la noche me detuvo, continúe
avanzando sin detenerme un segundo, podía ver entre los arboles muchos ojos que
me miraban de todos lados, aullidos de lobos y ruidos que no sabía que los
provocaba, sin embargo yo seguí retando los límites de la resistencia, la
alborada de un nuevo día me lleno de energías, al cruzar la montaña mi amada estaría
esperando por mí. Aunque no era una mañana calurosa, no comprendí el frio
helado que me inundo los huesos, podía notar mi respiración fría y
entrecortada, mi sangre caliente fue quedando a una temperatura bajo cero. ¿Estaba
alucinando?, ¿de dónde salieron esas niñas?, danzaban en el bosque en medio de
la nada, mas congelado quede cuando me miraron, de sus ojos brotaban chorros de
sangre pero aun así ellas reían como si todo fuese perfecto, justo en ese
instante una águila gigante aleteo hacia mí queriendo atraparme en sus garras,
aunque yo me defendí lanzando golpes al aire y entonces desapareció junto con
las niñas y ese frío descomunal que rodeaba todo, fue momento de echar el resto
que me quedaba y correr a casa.
Ni
el frío, el bosque o las cosas fantasmales que vi me harían darme por vencido, cuando
baje la montaña, solo el pantano me separaba de mi amada, nadando allí unas
manos deformes salían del fondo y me halaban sumergiéndome en las aguas espesas
del pantano, con quejidos terribles que provenían de su interior, unos lamentos
de dolor que harían gritar a cualquiera, pero no a Benjamín Thomas, luche hasta
zafarme de los espectros que me agarraban, al salir podía ver a lo lejos, el techado
de nuestra granja, corrí y corrí con más ímpetu que nunca, yo gritaba su nombre
y la llamaba mientras avanzaba hacia ella, entonces la vi, Kelly Elizabeth mi
esposa salía a mi llamado, su rubia cabellera se mecía entre el viento, corrió con
los brazos abiertos a mi encuentro, sin embargo mis pasos empezaron a volverse
pesados y nuevamente ese frío recorrió mi piel inmovilizando mi cuerpo, un gran
dolor apareció en mi cuello, tan fuerte que me dejaba de a poco sin respiro,
estire mis manos para alcanzarla pero ella se desvaneció y esa risa desgraciada
volvió aparecer, abrí mis ojos y todo estuvo como al principio, el alguacil Morrison reía a carcajadas celebrando su victoria, al ritmo de una marcha fúnebre
que sonaba en mi honor, todos sus ojos puestos en mí, observaban como mi muerte
se acercaba, la gruesa soga apretó por completo mi cuello, una lagrima corrió por
mi mejilla cuando recordé por última vez la belleza de Kelly Elizabeth Jenkins,
donde quiera que esté siempre la amare, entonces me falto la respiración, mi corazón
paro de latir y morí.
Benjamín
Thomas, se convirtió en otra víctima del puente de los condenados.
Quisiera que me dejes tu opinión. Comenta que te pareció la historia y lo que desees decir. Saludos lector.
ResponderEliminarMe encantó! Debo decir que al principio no me convenció mucho pero es muy bueno. Me sentí en el lugar de Bejamin y sentí su pena. Te felicito!
ResponderEliminarElisabeth muchas gracias por tú opinión. Lo más importante es eso que la historia haga sentir al lector algo real. En lo que dices del principio es quizás una de mis ideas que sean historias fuera de la rutina con un inicio distinto y que cuando menos lo esperes ocurra los hechos importantes. Que bueno que te gustó. ¡Saludos!
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