Desperté
esa madrugada sintiendo que el aire me faltaba, es como si mis pulmones no me
proveían oxígeno, todo me daba vueltas y hasta podría jurar que había algo
sujetando mis pies, no sé si fue real o una pesadilla, lo único cierto es que
desde aquella noche mi razón juega a engañarme, los malévolos sueño se repiten
todas las noches y esa terrible sensación en mi pecho con la que despierto,
sintiendo que me falta la respiración y la duda maliciosa que me deja esa pregunta,
si realmente lo soñé o aquello de veras sucedía, que diablos pasa, ya ni dormir
tranquilo puedo, lograr conciliar el sueño se convirtió en mi más grande
travesía.
Me
llamo Richard aunque todos suelen decirme Ritchie, jamás he sido el chico popular
ni el galán de la escuela, pero ciertamente no puedo quejarme, tengo a mi lado
a una bella mujer, mi amada Valentina, daría lo que fuera por ella, siempre
dispuesta a quererme en las buenas y las malas, es mi apoyo, mi mejor amiga y
también mi aliada. Como olvidar la primera vez que la vi sentada en el parque y
yo pasaba por ahí, de idiota camine mientras contemplaba su hermosura y no deje
de hacerlo hasta chocar con un poste, tal vez no era mi día, sin embargo se transformó
en mi mejor accidente, mientras todos los demás se reían de mí, Valentina
corrió ayudarme, de la forma más inesperada entro a mi vida y se volvió mi
mundo.
Cuando
esas horrendas pesadillas me atacan por las noches, ella no sale de mi mente,
es lo único que me mantiene tranquilo, ni en mis sueños me abandona. Ayer abrí
mis ojos y algo me estaba mirando, sé que había alguien allí, un olor
putrefacto llenaba mi alcoba, quería vomitar pero no pude, quise también gritar
y tampoco tuve fuerzas para hacerlo, sus ojos brillaban como dos luceros endemoniados,
yacía a un lado de la cama, no se si velaba mi sueños o me asechaba en la
oscuridad de la habitación, entonces desperté. ¡Rayos! Estoy enloqueciendo,
otra vez volví a soñar, aunque me repito que solo son pesadillas, en el fondo sigo
sin encontrar la calma, me inunda el desosiego y la vos en mi cabeza que me
dice que nada anda bien.
El
cumpleaños de Valentina llego, ese día reinaba el regocijo, baile y bebidas por
doquier, yo me olvide de todo lo demás, el resto del mundo dejo de importarme,
tan solo deseaba celebrar junto al amor de mi vida sus 22 primaveras, pero creo
que se me fue la mano y tome más de la cuenta, caí rendido en un sueño
profundo. No sé en qué momento me llevaron al cuarto de Truman, el hermano
menor de Valentina, al parecer dormía a mi lado porque podía sentir su
respiración, lo que no entendía es por qué los ronquidos se oían como los gruñidos
de algún animal, intente moverme para acomodar su cabeza para que cesaran sus
tremendos alaridos, sin embargo no pude moverme, ni mis manos ni mi cuerpo
reaccionaban, me encontraba paralizado por completo, en aquel instante me sentí
prisionero en mi propio cuerpo, aunque nada me sorprendió más que ver al que hasta ese momento creí era mi cuñado, colocarse encima de mí, ¿mis ojos me
engañaban?, o de verdad tenía un encuentro cara a cara con el diablo, esos ojos
infernales fueron los mismos que noche a noche me vigilaban entre las sombras,
poso sus garras en mi pecho y comenzó aruñar mi camisa, sintiendo como la tela
se desgarraba al igual que mi piel, en medio de un dolor agonizante yo
permanecía inmóvil como piedra, no era capaz de emitir sonidos ni mover musculo
alguno. Su aliento podrido me revolvía el estómago, clavo su mirada del averno
en mis pobres ojos inertes, aunque tenía total control de mis pensamientos nada
podría hacer ante esa cosa siniestra que disfrutaba la tortura que le impartía
a mi cuerpo.
Lo
siguiente que recuerdo es despertar bruscamente en otro lugar, rodeado por
espectros grotescos quienes parados alrededor de la cama me miraban como
buitres, parecían querer lo mismo, sus manos si es que así podía llamárseles a
los huesos ensangrentados que tenían, deseaban sujetarme y sabe Dios qué harían
después, la carne de sus rostros era espantosa y lucia en descomposición,
algunos sin ojos y otros con enormes dientes destrozados, solo una vos
angelical me saco del trance en que me hallaba, Valentina la luz de mis ojos
volvía a iluminarme, rescatándome del infierno.
Un
médico la acompañaba, quien me explico lo que según el ocurría, yo padecía de
una enfermedad sorprendente pero común, el trastorno del sueño aislado. Quien
la sufre mantiene plena conciencia para pensar, sin embargo permanece incapacitado
físicamente, padeciendo tales episodios en los momentos previos a dormir o a la
hora de despertarse. Para el doctor esa fue la explicación a todos mis males,
era normal que tuviese ciertas alucinaciones y hasta imaginara presencias
paranormales, sufriendo de aquel trastorno. Para mí las palabras de mi abuela
cuando niño nunca fueron más claras, en sus creencias esotéricas siempre decía
que los espíritus malignos, las llamadas almas condenadas del infierno nunca
descansan en paz, que vagan por el mundo terrenal en busca de recipientes a los
cuales poseer, robando el cuerpo de los débiles de mente y apoderándose de
ellos.
Para
la ciencia mi problema es una enfermedad en la que literalmente estoy
despierto, aunque mi cerebro sigue sumergido en el sueño. Lo que ellos nunca
entenderán es que soy víctima de mis propios sueños, sé que esas criaturas demoníacas esperan por mí, mi cuerpo es su anhelo y aguardan sigilosamente en
las tinieblas, esperando el minuto preciso en que sea más vulnerable, cuando me
encuentre vagando en un estado de limbo. Mi maldita disfunción cerebral es mi
peor enemiga, nunca podré sacar de mi cabeza la hambrienta mirada del demonio,
la próxima noche sé que ahí estará, paciente como siempre, esperando que mis
episodios de vigilia se repitan y ansioso saltara sobre mí, aunque pueda abrir
los ojos y mirarlo directo a los suyos, mi parálisis corporal me dejara
nuevamente a su merced. Si vuelvo a sufrir uno de esos ataques de trastorno del
sueño, quizás sueñe que morí o tal vez mientras duerma moriré.
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