lunes, 4 de abril de 2016

Bienvenidos a WoodVille


Donde sea que hubiese una gran noticia allá iría, sin importar el tiempo que le tomara en su vida, nunca se rendía hasta llegar al fondo de los hechos, Juliana Elton fue desde sus inicios una periodista audaz, intrépida y con ganas de encontrar siempre la verdad, a costa del precio que fuera. Los enigmas y sucesos misteriosos eran el tipo de noticia que le gustaba reseñar, cada día pasaba horas frente al monitor recabando toda la información posible de hechos sin explicaciones que ocurrían alrededor del mundo, hasta que una noche cuando navegaba por la web en busca de algo que fuese interesante, recibió un correo electrónico que decía:

-       “Estimada señorita J. Elton, me dirijo a usted en calidad de informante, con el fin de hacer de su conocimiento, los acontecimientos inexplicables que en nuestro bello y tranquilo pueblo de Woodville han estado sucediendo los últimos días, desapariciones de personas honestas y trabajadoras, que simplemente se esfuman por la noche, gente que afirma haber visto figuras que aparecen y se desvanecen sin dejar rastro, luces en el cielo y terribles gritos en medio del bosque. Conozco muy bien su labor y sé que se dedica a investigar cosas extrañas que otras personas prefieren ignorar. Ojala a usted este pueblo le pueda interesar. Stephen Rivera”

Aquello debía ser una luz al final del túnel, lo que Juliana por mucho tiempo había estado buscando para escalar de nivel y no seguir siendo la simple reportera del canal regional, si lograba resolver ese misterio, podría repuntar su nombre a la cima y conseguir contrato en algún medio nacional. Luego de llamar a Cesar su camarógrafo, alisto el equipaje y ambos emprendieron viaje a Woodville. A su llegada allí, lo primero que detallaron es que era un pueblo de pocas personas y sus habitantes no parecían ser los típicos pueblerinos alegres y cordiales, sino que al contrario daban la impresión de que eran gente callada y poco amigable, a las que no les agradaban las visitas de forasteros.
Ese día también conocieron a Stephen Rivera, el responsable de que vinieran a Woodville, era un señor entrado en años, aunque sus canas y arrugas solo le daban un buen aspecto de hombre culto, amable y conversador, con muchas experiencias vividas, totalmente distinto a las demás personas del Woodville, el mismo se encargó de darles un breve recorrido por el pueblo y ya que ese día no habría nada más por hacer, como buen anfitrión se ofreció a hospedarlos  en el hotel del pueblo, una vieja casona de su propiedad.
Juliana y Cesar tenían el fin de semana para investigar lo que pudieran, ese sábado en la mañana, su segundo día en Woodville, salieron a caminar y escucharon sobre Sarah Mitchell, quien era noticia en el pueblo, una de las maestras que ahora se sumaba a la lista de desaparecidos. Llevaba poco residenciada ahí, al igual que los otros extraviados. Eso fue sin dudas, lo que llamo la atención de Juliana, 7 personas nunca regresaron a casa en las últimas semanas y cada uno de ellos tenía en común, la peculiar coincidencia de que todos eran habitantes recientes de Woodville.
Cuando intentaron recoger opiniones de las personas, se negaron a declarar, es como si a nadie le importaba quienes se hallaban perdidos, o algo que les atemorizaba les impedía hablar. El sábado por la noche, Juliana no quiso parar, convencida de que obtendría las respuestas que anhelaba, se quedaron en su camioneta monitoreando los alrededores del bosque, para la madrugada tanto Cesar como ella habían cedido ante el sueño, sin embargo pronto se vieron despertados por una destellante luz sobre ellos, que les alumbro por unos segundos, pero casi de forma fugaz desapareció entre los árboles. Aunque Juliana no estaba dispuesta a perder aquella señal que de seguro le aportaría grandes pistas a su investigación, le ordeno a Cesar que entrara de prisa al bosque por ese camino de tierra que vieron temprano, sin embargo nada les salió como planeaban, mientras se desplazaban por ahí una figura alargada se les atravesó adelante, haciendo que Cesar frenara de golpe, solo para darse cuenta que en ese sitio no había nada, a excepción de los árboles, pero en ese preciso instante una luz comenzó a brillar, tan radiante que les robo la visión, lo único que se escuchó a lo lejos, fue los espantosos gritos de Juliana.
Todo en esa habitación lucia borroso, varias voces que no alcanzaba a entender, ¿por qué tocaban su cuerpo?, ¿qué querían de ella?, Juliana no entendía, si estaba en el hospital, tal vez es porque tuvo un accidente, sin embargo parecía que los médicos la examinaban de una manera exhaustiva, las agujas no paraban de entrar en su piel una tras otra y seguía sin comprender las palabras que iban y venían entre los doctores, al mirar a su costado pudo ver a Cesar quien estaba en otra camilla, ¡Que absurdo!. Ambos en la misma sala de hospital, pero al parecer Cesar se encontraba dormido, Juliana quiso gritar, preguntarles que pasaba, que alguien le explicara, pero no podía, su cuerpo inmóvil no respondía, en medio de su agonía empezó a recobrar la visión, aunque entonces prefirió haber seguido viendo a medias, el corazón palpitaba asustado y la respiración le faltaba, quienes la acompañaban en el cuarto, eran todo menos doctores, sujetos de cuerpo alargado la miraban con detenimiento, con las manos palpaban el cuerpo de Juliana como explorando un juguete nuevo, su apariencia era similar a la silueta que Cesar y ella observaron en el bosque antes de despertar en esa habitación. Juliana muerta de miedo veía como la nariz prominente de aquel individuo la olía como olfateando su aroma al tiempo que se relamía los labios, con una lengua puntiaguda y asquerosa que sobresalía de su boca, Juliana volteo de nuevo a ver a Cesar, encontrándose con que no dormía, como pensó hace un rato, ella quedo petrificada al observar cómo Cesar era desmembrado parte por parte, sus entrañas descansaban en una bandeja y con la cabeza abierta su cerebro fue retirado con cuidado.
Juliana se sentía en la peor pesadilla y quería despertar cuanto antes, sin embargo descubrió que todo eso era una horrible realidad y si algo se lo demostró fue el inmenso dolor de las heridas que le causaban esos individuos con esas largas y prominentes uñas que parecían agujas, su mirada perdida se cruzó con los ojos amarillos de uno de esos seres que la miraba como analizando minuciosamente su sufrimiento, Juliana veía un rasgo familiar en su forma de mirarle, las cortadas letales que le hacían a su cuerpo la iban dejando inconsciente de a poco, pero antes que sus ojos se cerraran pudo presenciar como esos seres que la torturaban y le arrebatan su vida, tomaron forma humana.
                         
-       ¡Qué ironía!, -Pensó Juliana-, ya todo tiene sentido, con razón sus ojos le parecían tan familiar, Stephen Rivera, nunca quiso que averiguaran nada, ellos solo fueron la carnada de esos camaleones de otro mundo.


La primera plana de los periódicos, tenía como imagen a Juliana Elton y su camarógrafo Cesar Ulloa, Juliana por fin alcanzo la mención que deseaba, se convirtió en noticia a nivel nacional, aunque todo por su desaparición, algunos medios señalan que fueron abducidos por extraterrestres, la policía maneja otra hipótesis, según los oficiales, la periodista mantenía un tórrido romance con su camarógrafo y ambos huyeron lejos. Solo él, con una sonrisa en su cara mientras toma café y ojea el matutino sabe la verdad, Stephen Rivera un devorador de mundos capaz de cambiar de forma a su conveniencia, una criatura antigua que se alimenta de la gente, Woodville es su guarida y la de toda su raza, Juliana Elton fue la estrategia perfecta para poner en el mapa a ese pequeño pueblo, los camaleones ya no se tienen que conformar con alimentarse de los residentes foráneos que llevan poco en el pueblo, ahora pueden abrir sus brazos para recibir a muchos visitantes y decirles, bienvenidos a Woodville.

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