Nadie me dijo que
navegar el ancho mar sería tan buena travesía, si lo hubiera imaginado desde el
principio, creo que no me habría resistido ni por un segundo abordar.
Cuando el Trasatlántico
zarpo yo me negaba a realizar este viaje, lleno de ira y rabia con mis padres
por obligarme acompañarlos, dejando a mis amigos en vísperas de las fiestas
patronales de 1912, fue tanta mi molestia que en el muelle mientras la tripulación
abordaba, ni siquiera me detuve a observar el nombre real del navío, tan sólo sé
que lo apodaban Buque de los Sueños, era el mayor barco de pasajeros para la época,
según mi padre fuimos de los pocos afortunados en tener la oportunidad de ir a
bordo durante su viaje inaugural, sólo personas con bastante poderío económico podrían
gastarse una fortuna, comprando el privilegio de subir a un barco como aquel, diseñado
para ser lo último en lujo y comodidad.
Esa mañana desperté
por primera vez rodeado por un mar azul, cualquier señal de cólera se borró enseguida,
admito que no era el típico amante de las aguas, pero ver ese paisaje tan colorido
me enamoro, como aquellos marineros que van de puerto en puerto haciendo lo que
más les apasiona en el mundo. ¡Navegar!
En la borda había más
gente de lo que pensé, niños, hombres, mujeres y ancianos tomaban el sol
apreciando la fantástica vista, una bandada de gaviotas volaba hacia la costa entre
nubarrones blancas que parecían moverse lentamente, así iba transcurriendo el día
sin mayores contratiempos.
Al llegar la noche,
mi madre me pedía que me alistara para la ocasión, el gran salón nos esperaba
con una fiesta amenizada por el capitán Simón Jansen, en honor a los pasajeros.
La velada reunió a la mayoría de los viajeros y tripulación, sin embargo yo prefería
dar un pequeño paseo por las inmensas instalaciones del buque, estuve tanto
tiempo mirando la luna que los minutos se fueron sin darme cuenta, el frío de
la madrugada comenzaba inundar mi cuerpo, una densa neblina empezó a regarse poco
a poco en el horizonte volviéndose cada vez más espesa, cuando decidí que era
momento para entrar, escuche a lo lejos una dulce melodía que provenía del mar,
su tonada no se parecía a ninguna que hubiese oído antes, pero era tan hermosa
que casi podía sentir mi corazón palpitando al ritmo del amor, sólo una mujer podría
interpretar esa maravillosa canción, estaba hipnotizado, deseaba llegar a ella,
aunque fuera una locura, ¡sé que me llamaba!. Los gritos de un hombre me
regresaron a la realidad, era Roberth Augusto el primer oficial quien me ordenaba
ingresar a mi camarote, eran más de las 3 am y la fiesta había concluido.
Al día siguiente sólo
pensaba en la noche anterior, necesitaba volver a oír esa mágica canción, me quedé
todo el día encerrado en la habitación, esperando que el sol se ocultara nuevamente.
Nuestro barco surcaba las aguas del Atlántico acercándose a uno de los puntos
con más bajas temperaturas en el océano, sin embargo eso no me impidió salir a la
borda aguardando algo que quizás nunca más se repetiría, tal vez sólo lo imaginé
o se trató de alguna embarcación que navegaba cerca de nuestra ruta en ese momento,
las horas fueron pasando y la poca gente que seguía fuera se iba retirando para
resguardarse del frío, resignado estuve a punto de marcharme, hasta que de
pronto, ahí estaba otra vez. La neblina volvió aparecer y con ello esa música empezó
a sonar con más fuerza que anoche, no supe si fue producto del eco del mar,
pero las melodías parecían multiplicarse viniendo de todas partes, comencé a
notar como los hombres se acercaban a la cubierta con la mirada perdida y un
brillo en sus ojos, hasta el capitán sucumbió, lo vi pasar caminando a la
orilla, Simón Jansen lucía como hipnotizado por una fuerza extraña, la noche
anterior nadie más que yo pareció escuchar la música, el ruido de los músicos
en la fiesta les impidió oír esa tonada perfecta que hoy a todos atrapaba. Las mujeres
detrás de sus esposos y las madres siguiendo a sus hijos también salían a cubierta.
– ¡Jack, Jack,
Jack!
Mi madre repetía mi
nombre, pero yo seguía mirando al mar, incluso mi padre se encontraba embelesado
y mirando sin rumbo, fuera de sí mismo, como cada hombre en el barco. En ese instante
el resplandor de unas luces brillantes, emergió del fondo del mar y ahí estaba
ella, la intérprete de aquel canto angelical, aunque la noche era oscura, su
destello brillaba mostrando perfectamente sus rasgos divinos, unos ojos grises que
veía fijamente, esa larga cabellera negra y unos labios gruesos que casi podía jurar
que me invitaban a besarlos, al igual que ella, muchas mujeres emergían a la superficie,
ante la mirada atónita de quienes no podían entender como eso era posible, sin embargo
el embrujo que esas chicas causaban en nosotros era más fuerte que cualquier
cosa, varios marineros se lanzaron a las heladas aguas al encuentro de sus musas,
descuidando por completo las labores de cada uno, dejando vacía la sala de máquinas
y sin darnos cuenta el barco quedó a la deriva, a las 23:40 del 14 de abril de
1912 el buque de los sueños chocó contra un iceberg en el lado de estribor, la colisión
abrió varias planchas del casco en su lado de estribor bajo la línea de
flotación, el impacto provocó que el barco se fuera hundiendo gradualmente por
su parte delantera mientras la popa se elevaba, muchos pasajeros cayeron al
mar, afortunadamente yo pude sujetarme de una baranda, había despertado del trance y ahora me
encontraba en una pesadilla, las bellas mujeres del mar saltaban sobre la
borda, como pirañas atrapando a la gente que se mantenía en el barco, la
dulzura de sus rostros se había transformado en una cara monstruosa con cientos
de afilados dientes, sólo podía escuchar los gritos desesperados de las
personas, al tiempo en que algunos pasajeros y tripulantes eran evacuados como podían
en botes salvavidas, sólo para terminar siendo presa fácil de esas criaturas
marinas que los cazaban, mi resistencia iba cediendo, acompañado por el pánico
abrumador que me azotaba, sabiendo que si caía me esperaba el mismo desenlace
si es que la hipotermia no me mataba primero por las heladas temperaturas del mar,
observe a mi padre intentando ayudarme, venia hacia mí, pero fui testigo de cómo
era arrancado del barco y arrastrado a las profundidades, mientras al no lograr
resistir más, yo caí sin poder evitarlo.
El agua congeló mi cuerpo,
la agonía me duro muy poco, los huesos se adormecían casi en un segundo, haciendo
que no sintiera el frío, entonces ella apareció junto a mí, con su torso
desnudo y su hermosa cara, destacaba del resto, debía ser la mujer más bonita
que había mirado pero detrás de ese encanto se escondía el rostro del diablo, sin
embargo lo descubrí muy tarde, cuando sus labios me besaban, abrazándome a un
espantoso final inevitable, ella revoloteaba el agua mostrando su cola de pez,
la maldita sirena me apretó en sus brazos y de una zambullida me sumergió a lo profundo,
lo último que mis ojos vieron "Titanic", era el nombre del buque de los
sueños, que poco a poco se hundía.
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