Esa
mañana de abril, jamás imagine que mi vida cambiaría así, conocí el amor en sus
brazos y es que me regalo el motivo de felicidad más grande, un hermoso anillo
de diamantes con el que me pedía ser su esposa.
Fue
imposible negarme a esa maravillosa sorpresa, las semanas fueron pasando y solo
se respiraba en el ambiente aires de boda, con todos los preparativos del
casamiento mi alegría brotaba por los poros, no sé cómo paso el tiempo tan rápido,
un día repartíamos las invitaciones, y al siguiente los invitados en la iglesia
asistían al matrimonio de Helen Brown y Arthur Heredia.
Aun
no podía creerlo, ¡Mi Boda!, las cosas salieron tan perfectas que en cuestión de
segundos fui oficialmente su esposa. Esa noche los obsequios no paraban, pero
el más increíble llego de parte de Abraham Heredia, el abuelo de Arthur, quien
nos entregaba las llaves de la casa donde pasaríamos la luna de miel, se
trataba de una recién adquirida propiedad, ubicada en un paradisíaco pueblo de
la costa.
Hicimos
el largo viaje emocionados por conocer nuestra nueva casa.
-¡es
majestuosa!- alcance a decir en medio de mi gran asombro al ver aquella inmensa
casona, era una mansión estupenda, rodeada por un bosque en su parte trasera y a
orillas de la playa, lo mejor es que teníamos la casa completamente para los
dos. Apenas entramos se nos iba la vista observando las decoraciones y el
interior, había unas 12 habitaciones en el primer piso y quizás 8 más arriba,
sin dudas que disfrutaríamos esa temporada en la casa.
3
Noches han pasado y yo no duermo, parecerá una locura pero siento algo extraño
cada que anochece, no sabría explicarlo, la otra noche la brisa soplaba fuerte
a la ventana, me levante para cerrarla y al hacerlo, tuve la impresión que algo
se reflejaba en el cristal, el rostro de una niña demacrada y con el cabello
maltratado, después cuando casi conciliaba el sueño un susurro tenebroso sacudió
mi oído, claramente era la vos de una niña que me decía –Juega Conmigo-
Sin
embargo no preste atención a ninguna de esas cosas, de seguro ha sido producto
de mi imaginación, hoy decidí recorrer el bosque mientras Arthur iba al centro,
por unos víveres en el pueblo, camine unos cuantos metros y aprecie un columpio
al pie de un árbol, sentí muchas ganas de acercarme y empecé a mecerme en el cómo
hace años no lo hacía, goce aquel agradable momento, hasta que oí una risa desconocida
que me erizo la piel, una niña sonreía notablemente contenta, desconcertada
mire a todos lados pero no vi a nadie, solo había un viejo muñeco de trapo
tirado en el tronco del árbol, no sé cómo llego ahí, porque sabía perfectamente que antes no
estaba. Por más que quise alejarme algo me impulsaba a tomarlo, no pude resistirme
y me lo lleve a casa.
Tomaba
una ducha de agua fría para relajar mis músculos, el agua caía por mi piel y yo
con los ojos cerrados cantaba mi canción favorita, en un breve parpadeo, abrí
mis ojos y vi que una niña me espiaba, sujetaba la cortina del baño
entreabierta, me espanto tremendamente, grite con todas mis fuerzas, cosa que a
ella no pareció importarle, seguía parada viéndome fijamente y la regadera
salpicaba su vestido blanco, cuando Arthur entro por la puerta, gire mi cabeza mirándolo
muy asustada, solo bastaron unos cuantos segundos para que al voltear la niña
ya hubiera desparecido.
Desde
ese horrible suceso mi vida en esa casa se convirtió en un infierno, insistí
miles de veces a Arthur que nos marcháramos de inmediato, sin embargo él nunca
me escucho, argumentaba que si nos íbamos antes de la fecha planeada seria como
una ofensa a su abuelo. En todas partes escuchaba su vos que me invitaba a jugar,
su risa que no sabía si se burlaba de mi o si disfrutaba tenerme cerca. Una
tarde en que quise deshacerme de aquel muñeco de trapo, la vi nuevamente, esa
niña se puso frente a mí y con su dedo meñique me decía que no lo hiciera, sin
embargo no permití que me intimidara, abrí la ventana e intente arrojarlo, ella
empezó a gritar, dando un chillido espantoso que quebró los vidrios de la
ventana y por poco también revienta mis tímpanos, desesperada desistí y
entonces casi enseguida ella satisfecha se desvaneció. Fue cuando apenas note
como mis brazos sangraban con los cristales que se incrustaron en mi piel, cuando
Arthur irrumpió en la cocina y vio mis heridas, fue el detonante indicado para
que por fin entendiera que debíamos irnos de allí, corrimos de prisa olvidándonos
del equipaje, pero por más que Arthur quiso encender el auto, no lo consiguió,
resignado sobre el volante no sabíamos qué hacer, cuando observe por el espejo
retrovisor la vi reflejada con una mirada de ira en sus ojos, en ese instante
el motor del vehículo echo andar por sí solo, el acelerador se hundió a fondo y
salimos a toda velocidad sin poder detener el inminente impacto que nos llevó
contra un arbusto, Arthur salió disparado por el parabrisas yendo a parar
afuera, por mi parte sufrí un simple golpe en la frente que me abrió una herida,
fui rápidamente a ver como se encontraba mi esposo, sintiendo el dolor más
desgarrador de mi vida al notar que se encontraba sin signos vitales, su cuello
roto le causó la muerte instantánea. Junto a mí apareció la niña sujetando su
muñeco de trapo, me ofreció su mano, con mi corazón helado de miedo acepte y
caminamos hasta a la casa.
Ya
no recuerdo cuando fue la última vez que vi la luz del día, ni tampoco donde
quedaron mis lágrimas, solo sé que el silencio hace tiempo que se apodero de mí,
poco a poco me acostumbre a su oscura compañía, lo único que ahora escucho además
de oírla sonreír, es su maldita vos que siempre me dice -¡Juega conmigo!-
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