Las campanas de la Iglesia repicaban, todos corrían a
refugiarse en sus hogares, vislumbrando el ocaso que entre nubarrones grises absorbían
los pocos rayos de sol, como ese último suspiro en la vida de un moribundo que
se apaga, cayendo la oscura y seductora noche, con tantos ruidos y misterios
que atrapan en sus redes a esos errantes que transitan por las calles, dejando
consigo una lista en ascenso de desapariciones inexplicables.
Isabella Dragovic, era la menor de tres hijas huérfanas,
a la que sus hermanas mayores obligaban a trabajar como stripper, sacando
provecho de su inigualable belleza, aquel rostro perfecto que Dios le regaló y
un cuerpo de ensueño que parecía esculpido por los Ángeles, Milena y Anarella
sus insensibles hermanas, sabían cómo explotar al máximo a Isabella, a quien
odiaban por tener lo que a ellas les faltaba,
el cielo no fue tan generoso con ninguna, su aspecto obeso y robusto las
hacía dos mujeres nada apetecible ante los hombres, la bendición de Isabella
fue también su maldición, convertida en una simple arma erótica que le llenaba
los bolsillos de dinero a sus grotescas hermanas, con lo cual podían saciar los
vicios y el exceso.
A altas horas de la madrugada, Isabella se paseaba por la
avenida, como cualquier otra noche caminaba a casa, después de vender su
silueta, deleitando los corazones solitarios de aquellos hombres, que
encontraban un consuelo en el ritmo acompasado y sensual de su cuerpo, fumaba un
cigarrillo, algo cansada de tanto caminar en tacones, decidió quitárselos y con
sus pies descalzos continuo avanzando por el callejón, sintiendo un cosquilleo
helado, por el frío suelo que pisaba. De manera repentina una extraña sombra
paso sobre ella, sólo fueron unos segundos fugaces, sin embargo eso llamó su
atención por lo que quiso darse prisa, pero justo cuando casi llegaba, escucho
un gruñido que parecía venir de la esquina, su piel se erizo y un escalofrío terrorífico
recorría su cuerpo, sobre todo al notar que ese sonido iba acercándose cada vez
más, por suerte para ella alcanzó llegar hasta su puerta, desesperada busco las
llaves dentro del abrigo, pero los nervios le ganaban, al sacarlas del bolsillo
se le escurrieron de las manos dejándolas caer,
se dobló a recogerlas y cuando se incorporaba de nuevo, una respiración
espesa acarició su cuello, el ardiente aliento se repitió en varias ocasiones,
soplando fuerte alrededor de su nuca, las piernas de Isabella flaqueaban,
víctimas del temor profundo que la invadía al verse sometida por esa cosa que
la sujetaba desde atrás, rodeando el cuerpo de su presa, con ambos brazos a la
altura de su cintura, aunque intento zafarse de él, le fue imposible liberarse
de la bestia, en el instante en que quería gritar, Isabella sintió un dolor
agudo, como dos agujas que se hundían en la delicada piel de su cuello, ella no
supo explicar esa sensación que se extendió durante unos cuantos segundos que
se volvían eternos, su fuerza se desvanecía lentamente en medio de un placer
indescriptible, que se mezclaba con la agonía de quien padece una herida mortal,
aunque poco a poco iba quedando sumergida en un sueño incontenible, sin
embargo el cúmulo de sensaciones que
habitaban dentro de ella, le sirvieron como envión anímico para soltar desde el
fondo de su ser un grito desgarrador, que denotaba la pasión descontrolada de
un alma que se despide de su vida, entre sufrimiento y placer. El eco de su vos
despertó a Milena y su hermana Anarella, que asustadas con lo que oían, fueron
a mirar por la ventana, para entonces la bella y la bestia se habían esfumado,
dejando sólo una colilla de cigarro y sus zapatos de tacón alto, tirados junto
a la puerta.
Su cuerpo reposaba tirado sobre una lápida de piedra, se
encontraba amarrada en cada una de sus extremidades, junto a una hoguera con
llamas infernales, mientras unos espectros con cara de murciélago danzaban
frente a ella, desmembrando los cuerpos de personas que caían desde lo alto de
un abismo, para ser devorados por esas hambrientas criaturas que se alimentaban
sin parar. Tras saciar su apetito los monstruos comenzaron a escurrir el
líquido vital de los cadáveres, llenando algunas vasijas, que llevaron hasta
ella ofreciéndole las copas con sangre.
En ese momento Isabella despertó de la terrible
pesadilla, viéndose en un sitio totalmente desconocido, en una gran cama y
luciendo un hermoso vestido rojo de seda, en su dedo traía puesto un hermoso
anillo de diamantes, la boca le dolía y sus labios hinchados sangraban
levemente, unos enormes colmillos sobresalían como dientes de sable, su
reacción inmediata fue salir huyendo de allí, pero al abrir la puerta, él
estaba esperándola, gigante y de cuerpo peludo como un animal, aunque sus ojos
lucían como los de un ser humano, su cara horrible, los dientes afilados y esas
grandes orejas puntiagudas le daban un aspecto abominable, con unas inmensas
alas de murciélago que cubrían su espalda, era un vampiro mitad hombre mitad
bestia.
Como en su sueño, la bestia le ofrecía un trago sangriento,
pero Isabella lejos sentir repulsión, podía notar que todo en su interior le
invitaba a probar ese néctar divino, sin poder resistirse termino tomándose
hasta la última gota, sin embargo no fue suficiente, aquello despertó dentro de
ella un deseo indetenible que le pedía más y más.
¿En qué se convirtió?, ¡pensó!, tras un instante de
lucidez, entrando en pánico y comenzó a
llorar, con asco y horror al ver sus antojos, estaba decidida a salir de ese
maldito lugar y esta vez ese monstruo no la iba a detener, corrió como nunca
antes en su vida lo hizo, aunque alcanzó a escucharlo decir:
– Ve mi Bella Esposa y cumple tú destino.
Anarella oyó la llaves y la puerta se abrió, viendo que Isabella
entraba, 3 noches pasaron desde la última vez que la vieron y no sabían su
paradero, pero Milena vio que Isabella regresaba usando un precioso vestido,
sintiendo mucha irá, lloraba por las cosas espantosas que le sucedieron, pero
en vez de encontrar consuelo en casa, sus hermanas la recibieron a los golpes,
molestas la insultaban por hacerle pensar que algo malo le ocurrió, cuando la
joven cayó al suelo Milena pudo observar el maravilloso anillo que llevaba en
la mano, decidida a arrebatárselo la abofeteo dos veces, sin embargo eso en vez
de desmoronar a Isabella sirvió para reavivar en ella el instinto voraz que
antes experimentó, algo en su rostro cambio, los colmillos volvieron a crecerle
y lo único que podía calmar su sediento apetito infernal era la propia sangre
de sus hermanas que petrificadas veían como la dulce Isabella que siempre
dominaban a su antojo, al fin se revelaba después de tantos años de ultraje y
sumisión, por más que lloraron y suplicaban, Isabella no se detuvo hasta secar
las venas de esas pobres desgraciadas. Luego que el banquete terminó, sus ojos
brillaban con una luz infernal, su hermosura jamás fue más radiante que ese
día, ahora sólo debía seguir el llamado de su corazón que la incitaba a volver
al Castillo de su esposo, donde la Bella y la Bestia vivirían felices por toda
la eternidad.
muy interesante me gusto mucho...
ResponderEliminar